Resumen:

  • 88,2% de la generación eléctrica fue renovable en 2024; eólica+solar aportaron 23,7–24%.

  • La oferta eléctrica creció 5,5% interanual sin disparar emisiones, con el agua aún como columna vertebral.

  • Próximo foco: transmisión, almacenamiento y resiliencia ante sequías para mantener el liderazgo.

Brasil cerró 2024 con una foto energética que muchos países quisieran: 88,2% de su electricidad provino de fuentes renovables, según el balance oficial del sector. El número no es un espejismo estadístico ni una racha puntual; es el resultado de una década de expansión eólica en el Nordeste, un despegue solar que ya compite en horas diurnas y una base hidroeléctrica que, pese a sus altibajos hidrológicos, sigue dominando el sistema. El documento también señala que la oferta eléctrica total aumentó 5,5% frente a 2023, lo que habla de una economía que demanda más energía sin que la aguja de emisiones se dispare al mismo ritmo.

La foto de 2024 también trae un dato que ayuda a bajar a tierra el titular: eólica y solar, juntas, representaron cerca de una cuarta parte de la generación. Ese “combo” ya no es accesorio; interviene en precios mayoristas, perfila inversiones en redes y obliga a planificar almacenamiento y flexibilidad. El país viene sumando baterías a escala, gestión de demanda y refuerzos en transmisión para llevar electrones desde los polos de generación hasta los centros de consumo. Todo esto ocurre mientras sube la exigencia de confiabilidad: aunque el mix sea muy limpio, el sistema necesita capacidad firme para cubrir picos y sequías, un debate que Brasil intenta equilibrar con nuevas reglas de mercado y licitaciones.

El contraste internacional es nítido. De acuerdo con bases comparativas, Brasil figura entre los sistemas eléctricos grandes con menor intensidad de carbono y con una cuota de fósiles cercana al 10%. No es solo una etiqueta climática: implica exposición menor a shocks de precios de combustibles importados, más previsibilidad en tarifas y un atractivo extra para industrias electrointensivas que buscan descarbonizar cadenas de valor. La otra cara del éxito es el desafío operativo: un parque con más viento y sol necesita líneas y gestión en tiempo real. Un verano seco puede tensar embalses y obligar a despachos más caros si no hay respaldo flexible instalado a tiempo.

En 2025, el país mueve piezas adicionales: ajustes regulatorios, nuevas metas para biocombustibles en el transporte y subastas orientadas a confiabilidad. La pregunta ya no es si el sistema es “verde”, sino cómo sostenerlo cuando crezca la demanda eléctrica por electrificación del transporte, climatización y data centers. Ahí la inversión en red y almacenamiento será la diferencia entre una vitrina envidiable y una vitrina frágil.

Brasil tiene el lujo —y la responsabilidad— de jugar en “modo campeón” en transición eléctrica. Mantener el 88% será menos glamoroso que lograrlo: toca hacer la tarea aburrida de cables, reglas y reservas. Justo ahí se mide el liderazgo.

Fuentes:

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