Resumen:
NASA e ICON desarrollan impresión 3D para crear estructuras con material lunar y reducir carga lanzada.
Si funciona, abre la puerta a hábitats blindados frente a radiación y temperaturas extremas.
Próximos hitos: demostraciones a escala, selección de aterrizadores y validación de “concreto lunar”.
La idea es tan simple de decir como compleja de ejecutar: fabricar casas directamente con el suelo de la Luna. NASA impulsa, junto a la empresa ICON, un sistema de construcción aditiva capaz de usar regolito —mezcla de polvo, astillas de roca y fragmentos minerales— como materia prima para imprimir muros, cúpulas y piezas de infraestructura. El objetivo estratégico es claro: si se emplean recursos in situ, disminuye la masa que hay que lanzar desde la Tierra y se gana en resiliencia. La colaboración se apoya en un contrato de la línea SBIR Phase III que inyectó 57,2 millones de dólares a finales de 2022 para llevar la tecnología desde los prototipos a entornos cada vez más realistas. En paralelo, el programa Artemis necesita superficies preparadas —plataformas de aterrizaje, vías, bermas— para operar con seguridad en el polo sur lunar, donde el polvo levantado por motores puede convertirse en metralla.
¿Cómo se convierte polvo en estructura? Hay varias rutas en desarrollo: geopolímeros formulados con regolito (el equivalente a un “concreto lunar” sin agua terrestre), cementantes basados en azufre disponible en la Luna e incluso sinterizado por microondas para “fundir” el terreno y crear losas. ICON explora una variante de impresión por extrusión que, en la Tierra, ya ha levantado barrios piloto con paredes robustas; el plan espacial añade cámaras de vacío, hornos y simulantes lunares para acercarse a condiciones reales. Más allá del marketing, el punto crítico es la validación mecánica y térmica: que los elementos impresos resistan ciclos de frío-calor de más de 250 °C, radiación, impactos de micrometeoritos y décadas de fatiga.
Sobre el calendario, el hito de “viviendas en 2040” ha circulado en medios generalistas tras entrevistas con personal de la agencia. Es, hoy, un objetivo aspiracional, no un compromiso programático formal. Traducido: depende de que Artemis encadene misiones con éxito, que se financien demos de superficie (incluida la entrega de una impresora 3D al regolito de verdad) y que la comunidad de materiales espaciales cierre la brecha entre simulantes y polvo lunar auténtico. También se habla de uso “abierto al público” en el largo plazo, una visión más cercana a la divulgación que a un plan operativo con fechas, permisos y seguros.
La ambición es bienvenida y el vector tecnológico —ISRU más impresión 3D— parece el correcto. Pero 2040 solo será real si los próximos cinco años entregan resultados aburridos y sólidos: cupones de ensayo, normas de materiales y una demo en la Luna que imprima algo más que promesas.
Fuentes:

